Tras una mañana llena de risas bromas y recuerdos de viejos
momentos, el hambre empieza a notarse. Las tres chicas se dirigen a la casa de
Iria cuando a Nora le suena el teléfono, lo mira, no puede ser, justo
ahora. Se aparta de las demás, que
charlan alegremente de una anécdota divertida.
-¿Sí?
Una voz masculina se oye al otro lado de la línea.
-Hola princesa, cuanto tiempo sin saber nada de ti. ¿Qué
tal?
-Ah, hola- responde Nora, seca-. Estoy ocupada, ¿querías
algo?
-No lo sabía, lo siento. ¿Podemos vernos?
-Te recuerdo que te pedí un tiempo para pensármelo todo
mejor.
-Lo sé, y creo que ha pasado el tiempo suficiente. Pero no
te estoy pidiendo nada importante, sólo quiero verte. ¿Puede ser mañana?
-Marcos, en serio, me agotas. Vale, mañana quedamos donde
siempre a las 6.
-Perfecto. Ya no te entretengo más. Te quiero.
-Adiós.
La llamada finaliza y Nora sigue mirando el teléfono. No
puede olvidar todo lo que pasó, pero tampoco puede olvidar lo que un día ese
chico al que ahora intenta odiar, le hizo sentir. No sabe si el haber quedado
con él es una buena idea, pero en el fondo tiene unas ganas enormes de verle y
abrazarle. Aunque sabe que contendrá las ganas y no dejará de pensar en el daño
que la ha hecho y en que hay que poner punto final.
Durante el trayecto de vuelta, Nora no ha sido la misma y
sus dos amigas lo han notado. Alejandra ha intentado preguntarle el por qué de
su nuevo estado de ánimo pero Iria le ha aconsejado que lo dejase estar. Iria
no sabe qué es lo que le puede pasar a su amiga, pero lo intuye. Sabía que
tarde o temprano volvería a recaer, pero esta vez no va a permitir que este tan
mal como hace un mes.
Ya en el portal de Iria, Alejandra intercambia una mirada
con Nora. Se conocen desde hace años, y no hace falta que hablen para
entenderse. Nora le indica que no pasa nada, que todo está bien pero Alejandra,
al igual que Iria, tiene una ligera idea de lo que a su amiga le ocurre y le da
un abrazo.
Paqui las saluda alegremente. Alejandra y Nora son ya como
de la familia. En realidad, las madres de las tres amigas se conocieron cuando
sus hijas acudieron a su primer día de clase y tanto madres como hijas habían
entablado una buena amistad. Eran como una gran familia.
-Hombre Paqui, que bien te veo querida. ¿Te has cortado el
pelo?- dice Nora sonriente.
-Anda deja de hacerme la pelota que no por eso vas a tener
doble ración de comida- bromea Paqui. Las cuatro ríen.-Venga chicas que seguro
que tenéis un hambre terrible. La mesa ya está puesta- añade acompañándolas
hasta el comedor.
Durante la comida todo vuelve a ser como antes. Risas y más
risas. Se han olvidado del resto del mundo y han sido ellas mismas, alegres y
locas, como debe ser.
El filete con patatas que había en el plato desaparece
inmediatamente y por fin llega el postre. Su favorito, es una de las cosas que
tienen en común: la gelatina de fresa.
-¡Carrera de gelatinas!- exclaman las tres a la vez y
empiezan a absorber la gelatina sin ayuda de ningún cubierto. Del plato a la
boca. Cuando estaba a punto de terminar, a Alejandra le entra la risa floja y
se atraganta. Esto lo aprovecha Nora para terminar la primera, seguida de Iria
que acaba un segundo después que ella.
-¡No vale!- grita Alejandra cuando deja de toser.
-Nunca hemos puesto reglas… ¡Aquí vale todo!- contesta Nora
y hace la señal de la victoria con los dedos.
-Oye, que si no os ponéis de acuerdo yo estoy encantada de
ser la ganadora. Ningún problema por mi parte- bromea Iria mientras quita la
mesa. Las otras dos amigas la ayudan mientras siguen discutiendo quien ha
ganado.
Iria y Nora se miran. Ha llegado el momento. Iria coge un
pañuelo y le venda los ojos a Alejandra, que está confundida y no sabe lo que
sus dos locas amigas quieren hacer.
-Y ahora querida viene lo mejor- le susurra Nora al oído.
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